Cuaderno de Otoño

CUADERNO DE OTOÑO

PRÓLOGO DEL AUTOR

 

Traigo aquí lo que en principio eran unos pocos poemas que aparecían en un trabajo, Ahoganzas, y que sin duda siguen siendo parte de él, siguen siendo “ahoganzas”, tal vez las más auténticas, si las definimos como un lento, estático y apacible ahogarse en añoranzas, de lo que se recuerda que fue y de lo que se quiso y quiere ser. Unos pocos poemas al principio; de repente, han aparecido más. De todos modos, consideraré este Cuaderno de otoño como una primera versión. Cada asterisco separa un poema de otro; aún no soy capaz de arriesgarme a numerarlos.
  No están aquí todos los poemas de otoño, es decir, todos mis textos donde el otoño, explícitamente o no, está en primer plano. Hay unos pocos que deberían estar aquí, pero que se publicaron en la edición de Jamais (malograda editorial que me publicó varios poemas como si fueran uno solo, sin separación alguna; hecho que siempre habré de lamentar); no los he puesto por el mismo hecho de estar ya publicados. Hay otros que estaban aquí y los he quitado por depuración del texto final: o eran demasiado personales, o demasiado filosóficos, o rompían el tono de este Cuaderno. Al fin y al cabo, tenía que ser como el propio otoño, sin sorpresas aparentes, estático hasta provocar otro tipo de dinámica; repetitivo, sin duda; monótono en el buen sentido; una especie de tempus amoenus o locus fugit.
  Lo que os ofrezco es uno de mis más apreciados trabajos. Modestísimo, claro, recordad quién es el autor. Lo que hay aquí son impresiones de diversos otoños, por eso hay pinos y olivos recientes, y nieves no tan recientes, y encinas viejas. Pero también se trata de un otoño sin año, sin necesidad de ubicarse temporalmente, un otoño como estado de ánimo, o como una forma de recordar y de anticiparse a nuevos recuerdos, de querer ver las cosas, de querer tocarlas. Por eso, creo, no es necesario el otoño para leer el texto, y por eso empieza con preludios de primavera y verano.
  No hay llanto, hay lágrimas, a veces una, o solo media. Pero son como hojas que caen. No pueden dejar de estar. Pertenecen a la melancolía, al pararse a contemplar, al estar, a cierta tristeza que no incomoda, que es incluso deseada. No son señal de pena, sino del fin de la pena; no son signos externos de problemas que solucionar, sino la expresión de soluciones que han ido viniendo poco a poco. Son parte del proceso, el hilo de luz que cada vez se hace mayor al abrirse una puerta.
  Perdonadme si no hago de crítico de mí mismo; sin duda esto sería del todo inapropiado. Solamente dejaré apuntado un detalle, y otro día, si queréis, hablamos de temas formales con mayor profundidad. Los poemas más recientes (aquí entremezclados con otros de otras épocas) se dejan llevar un poco por el espíritu de la poesía japonesa clásica, especialmente por el Kokinwakashu, más que por el haiku. Los que ya me conocéis habréis intuido que, por supuesto, he querido experimentar con algún recurso de este tipo de poesía; entre otros por su especial conceptismo que aprovecha la homonimia y la polisemia de las palabras (pero de forma más explícita que el conceptismo áureo español, sin necesidad de contextualizar ambos significados para que una palabra pueda ser usada en dos sentidos a la vez; es un conceptismo más directo). Se corre el riesgo, claro, de provocar sin querer disonancias, de ahí el aviso.
  Ahora que el otoño declina, ahora que sentimentalmente estamos conectándonos al feliz principio del invierno, la Navidad, os traigo mi Cuaderno de otoño, para hacer algo tan otoñal como despedirnos de él. Lo único que pretendo es introducirte en un ambiente, sintonizarte en un tono, siquiera por un momento. Necesitas, por tanto, estar en un momento de sintonía acorde con él, por lo que te ruego que no lo leas por obligación, sino cuando los mismos poemas te llamen. Entonces, si encuentras en ellos algún reposado deleite, alguna especie de consuelo, les habrás encontrado su sentido.

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PRELUDIOS DE PRIMAVERA Y VERANO
 
Nostalgia anticipada:
la primavera
me trae al vivo
lo que serán recuerdos
en el otoño,
y yo quedo hecho una lágrima,
tan sólo una,
a punto de salir,
aún entre pestañas.
 
*
 
            El naranja escondido de blanco
o tus ojos morados fluyentes
en vertical, y mi sombra asomada:
color de jacarandá,
azahar entre grises,
pies tropezados,
tu compañía.
 
*
 
            ¿No volverían
las lágrimas, las hojas,
todos los pasos,
ni siquiera las letras?
            ¿No volverá el otoño?
 
*
 
 
            La prolongada
se extiende en un paisaje
de verde-gris
acostumbrada a cuando
viajaba  iluminado.
 
*
 
Imagen otoñal en el casi verano:
acogedora oscuridad
y hojas levantándose a rachas
de viento,
arremolinándose al paso
de los coches,
y, de súbito,
el dulce recuerdo de una lágrima antigua.
 
*
 
Porque me viste un día
buscando el sol
pensaste que yo era un espíritu alegre.
¡Porque me viste un día!
Y yo buscaba un rumbo en mi recuerdo
que me llevase
al azul escondido de un otoño crujiente.
 
                        *
 
Soñé contigo.
En verano hojas secas
piso: calor,
luz, ¿verano y otoño?
¿Te deseo y te tengo?
 
 
*
 
Espero el otoño: lo necesito.
 
Espero el otoño
como el atardecer naranja incandescente
deshaciéndose…
  
Foto: www.bancodeimagenesgratis.com
 
OTOÑO
Llegaron por fin las primeras aguas
antes de Noviembre, fin del otoño caliente.
Breve, intensa lluvia,
la carretera es espejo a media luz
del sol.
 
*
 
            Un encuentro sorprendente.
Aunque se le vio venir
                              cadente.
 
Se le fue viendo venir
flotante,
como lágrima paciente
resbalando en faz de aire,
y al surcar la comisura
del labio tropieza y cae,
se amalgama y se hace barro
con la tierra y allí nace.
 
Se le fue viendo venir:
un encuentro sorprendente,
flotante,
cadente.
 
 
*
 
Blanco nieve entre los árboles
de la niebla cubridora,
sol de otoño,
frío plácido,
luna de ayer soñadora
de montes de un lunes trece,
blanco epíteto que crece.
 
*
 
            Puedes cerrar los ojos,
imaginar las carreteras de tu vida,
los cipreses en fila,
las encinas y olivos en caos ordenado,
el rosa de unas mejillas tiernas
hacia ti,
o de un final de un día de silencio,
que va haciéndose morado y negro.
 
*
 
Flotaba al caminar despacio.
Polvo levantado y su vestido blanco.
Pensamiento indescifrable y nubes en lo alto.
Plácido calor y algo de sabor amargo.
 
            Era una hoja arrastrada por el río,
un abrirse de ojos, un mirar escondido,
y unas pestañas firmes que señalan un camino:
hacia delante y hacia arriba en leve giro.
 
            Y flota al pararse ahora.
El pensamiento olvida la zozobra,
pero busca algunas prendas que recobra
del naufragio. Allí las olas.
 
            La hoja se estanca en el barro;
y en la orilla, guijarros blancos.
¡Por tus pestañas llego tan alto!
Su giro me lanza, saboreando algo amargo.
 
*
Este tiempo es para mí.
¡Gracias!
He visto amanecer.
Acabo de saludar a uno que no conozco.
Pienso en ti.
He paladeado el frío apetecible con la lengua de mi epidermis.
Voy a leer Palabra con urgencia.
Bebo café y bebo agua dispuesta para mí y es mío, gracias.
                                                                                         Tus ojos.
 
*
 
            El aire frío
no sólo te enjugó
lágrima y surco:
la trae de nuevo al ojo,
regresa a su ser pleno.
 
*
 
No contabas de repente con el viento.
Luchabas, lo sé, por no fluir.
Lo oscuro contemplaban tus ojos a la luz.
Un punto fijo, y escaso pestañeo:
parpadear cadente, como mudos suspiros que se escapan.
Y apareció sutil, salada; apareció in crescendo.
Su objetivo: caer. Y cuando el surco
estaba terminado,
                           un vuelo,
                           un remolino,
un aire racheado,
y el regreso.
 
No contabas de repente con el viento:
La única volvió, a casa, al ojo, al ser.
 
*
 
 
Oler a campo húmedo con la tarde
llegas, a poco de cerrarse el día,
apoyado quieto y solo en la cerca
de ti, contemplando la puesta
aquí del sol, no te muevas ahora,
en esta roca alta, ¡mira allí!:
el silencio de las gentes que hablan tan lejanas.
 
            ¡Y cómo lo recuerdo,
infancia agreste es mi sitio!
 
*
 
            Marejadilla
de cambios de rasante
y un gran naranja
de fondo a mis espaldas;
seguro en esa curva
giro el volante,
se me revuelve en giros
recuerdo al norte.
 
*
 
            Apareciste
emisaria en el aire
de aquellos tiempos:
no sabíamos nada,
todo sabía a otoño.
 
*
 
 
No han venido las brumas: sencillamente están;
tú puedes estar en ellas, en un baño de cielo,
de inicio del cielo.
 
Amanecerán destellos, un frío fuerte y discreto,
que progresa en tu cuerpo, se entremete, se descubre
en ti, como un ir desnudándose en sigilo,
a media luz.
            Como este ir muriéndose, como el hastío,
desasosiego del tiempo: vivir también es eso
– otoño muerte-vida, el rojo de las brumas
si le destella el sol, si le estalla, y tú estás dentro.
 
 
*
 
Los pinos siempre verdes
                                   (grises, negros),
el sol blanco y brillante,
y el frío del reposo,
el sueño disipado,
el suelo firme,
el café rodante.
 
*
 
 
Veía la luna en círculo
de luz blanca incesante
y, delante,
una farola imitaba el círculo difusa;
la voz del grillo, confusa,
saltaba en eco en la tulipa.
El parpadeo de la luz artificial, que se disipa,
señala a una flor pálida
mínima pendiendo fría y cálida:
y entonces vi tus ojos
enfrente de mis ojos,
redondez de mis sueños,
compendio de mis empeños:
caigo en la cama en círculo.
 
*
 
Triste y vivo,
lleno de miedo y esperanza,
y de certeza de muerte,
como Lili Marleen calando en cada frente,
y parecen ensoñaciones todo lo que tengo
ahora que es puro recuerdo
todo lo real que tuve.
Esto es lo que tiene
la madrugada despierta:
todas tus apariciones
son como de fantasma.
Y he desarrollado un don:
empezar a echar de menos por anticipado,
y la dulce pena tremenda lo engulle todo.
 
*
 
Tengo un montoncito de hojas viejas,
hojas muy secas,
guardadas en un altillo junto a libros de colegio,
junto a peladuras de castañas
y la foto de una hoguera,
un fuego nocturno con olor a campo y palo,
a niño que jugó consciente y serio.
 
            Acabo de ver ese montón,
ahora, ¡hace tanto tiempo de mi cambio climático!
Y me acordé de la melancolía estéril,
bella, un otoño que creía ser perpetuo.
 
 
*
 
Este otoño del llorar desconsolado de mis gafas
trae aromas conocidos de mi olfato.
Si te he convocado en este día
es para hablar de agua sobre cristal.
 
 
*
 
MI PAZ
 
Sobre este fondo ocre de avellana
se apoya el verde y luego surge el rosa,
surten de morado los recodos
y puntos de amarillo se entrevén.
Y hay risa incipiente
que mira las palabras
y balbucea su entorno,
y cree firmemente en mí
y yo tiemblo ante su lloro y me deshago,
me desecho, me arrodillo, me desyoo,
me desoigo, me derramo, me hago verde,
y amarillo y me avioleto,
me desenfundo y desenvaino y ya no importo,
en este fondo ocre de avellana.
 
*
 
 
Hay un tiempo inmenso recogido en unos pocos segundos.
Como el inmenso aire de la burbuja de la araña de agua.
Camino por entre robles, columnas
de este íntimo lugar de recogida oración,
caminata de diálogo abierto
en este rincón-santuario de incipiente otoño,
solitaria inmensidad donde confesar sin recelos
la triste certeza de saberse culpable.
Miro al arroyo, que nace
impregnándose ya de tierra,
y haciendo lodo por donde pasa.
 
            Melancolía y ternura no son más que vanos reflejos de la inocencia perdida,
espurios ecos, muestras de aquello que fuera
tan completa y auténticamente humano, mas ahora
sólo resquicios de anhelo.
De rodillas sobre la alfombra de hojas secas,
las manos embarradas, un “perdón” en los labios,
cálida fluidez por las mejillas
y un ronco sonido de voz que se pierde,
que sin querer se transformó en onda sonora
desde el interior del ser postrado.
 
¿Tantas palabras con los labios cerrados se dijeron?
No se hallan testigos, el alrededor no lo supo.
Si se escuchó la voz (ésa es la esperanza),
entonces lo hizo sólo Aquél que importa que lo hiciera.
 
 
*
 
Postrado en tierra,
afligida mirada que atraviesa
hasta el subsuelo donde hacen su nido
ratones y serpientes, donde nadan
mudas lombrices y otros sucios animales ciegos.
 
            Hojas rojas llueven, me bañan de rojez.
El rojo de las hojas se me pega a la piel
embadurnada de barro y de sudor.
La suciedad y la muerte
son sólo una cosa.
 
 
*
 
Te percibí
como los jazmines carmesíes
del parque de las sombras vivas.
            Te recibí
tal como eres tú: roja,
sonrosada, rosa, rosácea,
blanca, transparente.
 
*
 
No sabían las brumas de tu existencia.
Te reconocí en el fondo, tras la traslucidez
de una melancolía caducada. Mi sed
te trajo a mí a sorbos, transparencia
mía,
sonrisa de mis días.
 
*
 
Somos boca, todo bebé lo sabe:
reconocerte es traerte a mis labios,
morder con las encías a pesar de los dientes,
sorberte en experiencias,
exhalar los desechos,
balbuceos y succiones sucesivas;
luego el lenguaje: te represento en mi mundo;
luego el silencio (viajes a mi luna).
 
*
 
 
Hasta las manos
llegué contigo sola
en lucha fiera,
¡cómo hieren tus dedos,
caricias, nuevo día!
 
*
 
[TACTO Y DOLOR]
 
Revolucionas mis corpúsculos de Meisner
con tus suaves roces
y el tacto de tu aliento,
y el casi caer sobre mí de tus cabellos.
 
…..
 
Nocicepción placentera,
suavemente agradable
sensación de ser culpable   [:
en mi ruinosa frontera.          [tocarte a ti, ser pulpable
                                                 [ahogarme en tu ser jugable,
                                                 [(enjugarme lacrimoso en jugos tuyos.)
 
*
 
La razón del fuego.
Sin más.
Sigiloso atardecer entre mis manos,
descarado anochecer, descarado
crepitar de ondulaciones en la estrella.
 
*
 
El rocío delicado, descendente silencioso,
la paz húmeda al respiro, a la bocanada de vida,
la luz blanca acogedora, nacida al poco y cálida,
el trino amable del mundo, recordándose.
 
*
 
No quiero sólo mirarte,
quiero también respirarte.
 
No quiero sólo tocarte,
quiero acariciarte en la distancia,
incluso si mi ausencia es para siempre.
 
*
 
 
(Eco de Livio Andrónico)
 
            El mar puede hacer pedazos
al hombre más fuerte, si bien lo miras.
¡Qué no harán conmigo los vaivenes que me arrastran,
sin poderlo evitar, de un lado a otro!
¡Qué no me hará con ímpetu mi llanto
(salvajes olas)
ahora que me parece haber perdido tantas cosas!
 
            ¡Espera! Siéntate y espera
a ver mi figura volver, mi fiel regreso.
 
 
*
 
 
Una lágrima en los labios.
Palabras de reojo.
Me acerco a ti con luz de un sol poniente.
¡Qué estrepitoso el eco de tus gestos,
son punzadas el eco de tus gestos!
 
Mis párpados se cierran como se cierra una boca,
como mi boca tenía que cerrarse ante tu vida.
¡Desgarran las pestañas que salen de tu boca!
¡Se lanzan como flecha de ballesta seria!
(Demuelen hoy tus besos que miran en mi herida:
¿te has comido mi lágrima con silencio de dormida?)
 
                       
*
 
Verás el monte verde cuando mires tu viaje
y no esa raya blanca que parece moverse.
Si sales de tu exilio interior quizás te vuelvas
y mires a tu antojo tu propio movimiento.
 
            Recuerdo carreteras con parches y caminos
que conducían al sueño en una noche de lluvia,
aún recuerdo el cambio de luz larga a luz corta,
de luz corta a luz larga, su sonido,
el campo dormido, la luna tranquila,
el cristal empañado y la gota gorda comiéndose a las otras
para caer poco a poco dejando su surco, dejando
su surco, ...
 
*
 
            La vida es lucha.
Todo se corrompe y ha de renovarse.
Amemos.
 
*
 
            El atardecer de otoño
es un azul encendido.
Vuelvo mi mirada al frente:
¿en dónde te has escondido?
 
*
 
            La luz de otoño
entristece el recuerdo
y le da vida.
 
*
 
     Voy a recorrerte hoy,
al fin de un otoño de vuelta,
al principio muy a-tento
aunque después correré.
La impaciencia por el sorbo
de la gruta que, en el centro
de un ocaso, me recoge
será burda y sublime,
tristeza, sinfín y lluvia.
 
            Quiero acabar lloviéndote por entero,
para mañana despertarme y observar
que huelo y sé a ti,
y entonces buscaré encumbrar tu nombre,
semilla que nace en invierno,
un invierno nuevo, Dios mediante,
Dios omnipresente.
 
 
RECUERDOS DE OTOÑO (INTENSOS, BREVES, PERMANENTES)
 
Y caemos las hojas en lento vaivén.
 
-
 
Chisporrotea al calor el dulce recogido.
 
-
 
Con el guapo subido, rojo encarnado.
 
-
 
Una niña con luz en la cara.
 
-
 
Te echaría de menos, pero me iré antes.
 
-
 
(Te echo de menos, ahora que te tengo).
 
-
 
Sol reflejado en luna, reflejada en río,
reflejado en ojos donde vivo yo.
 
-
 
Tu mirada se complacía al verme a mí satisfecho.
 
-
 
Tu mirada se alegraba si yo la miraba.
 
-
 
Tu mirada era castaña, ocre, oscura, blanquecina.
 
-
 
Tu mirada es una ausencia de un color terrible.
 
-
 
¡Tu mirada, por favor, tu mirada!
 
-
 
Un naranja crujiente y un buen jarro de río.
 
-
 
Un azul ascendente y un buen rojo en el jarro.
 
-
 
Hallazgo en la gándara y el páramo.
 
[GLOSA: Si quieres encontrar algo sorprendente en el centro del desierto, lo inusual o exótico, simplemente obsérvate a ti mismo allí.]